jueves, 15 de noviembre de 2012

EL GRAN DIOS


¡Oh fuente de todo bien!

Destruye en mí todo pensamiento altivo,
            rompe mi orgullo en pedazos y dispérsalo
      a los vientos,
Aniquila cada pegajosa pizca de
      justicia propia,

Coloca en mí verdadera humildad de espíritu,
Humíllame hasta que me deteste y aborrezca a sí mismo,
Abre en mí un manantial de lágrimas de arrepentimiento,

Quebrántame, y luego véndame;
y así mi corazón será un lugar preparado
      para Ti, mi Dios;
Y, entonces, pueda morar el Padre en mí,
      pueda venir el bendito Jesús con sanidad
         en su mano,
    pueda el Espíritu Santo descender con
      gracia santificante;

¡Oh Santísima Trinidad! tres Personas y un solo Dios,
    habita en mí, un templo consagrado a tu gloria.
Cuando estás presente, el mal no puede permanecer;

En tu compañerismo hay plenitud de gozo,
Detrás de tu sonrisa hay una conciencia en paz,
A tu lado ningún temor me molesta,
    ningún miedo aleja mi paz espiritual,
Contigo mi corazón florecerá fragante;
Ayúdame a llegar, a través del arrepentimiento,
    a tu morada.

Nada supera tu poder,
No hay nada tan difícil, que no lo puedas hacer,
No hay nada tan bueno, que no lo puedas dar.
    Tu poder es infinito, y tu amor sin límites,
    ilimitada tu gracia, y glorioso tu nombre salvador.

Que los ángeles canten por 
            los pecadores arrepentidos,
            los pródigos restaurados,
            los reincidentes restituidos,
            los cautivos de satanás liberados,
            los ojos de los ciegos abiertos,
            los corazones rotos vendados,
            los abatidos que son animados,
            los justos en sus propios ojos, desnudados,
            los formalistas expulsados del refugio de la mentira,
            los ignorantes iluminados,
            y los santos edificados en su santa fe.

Pido grandes cosas a un gran Dios.



Por Arthur Bennett - editor del libro
“The Valley of Vision: Una Colección de Oraciones Puritanas”
publicado por Banner of Truth

DIOS, MI TODO


Oh Dios cuya voluntad todo lo vence!

No hay consuelo en nada, sino en
        disfrutar de ti
    y en dedicarme a tu servicio;

Tú eres mi todo, todos los placeres son lo que
    hagas en ellos para mí, y nada más.

Estoy muy complacido con tu voluntad; cualquiera que ésta sea
    o debiera ser en todos los aspectos,

Si me ofrecieras decidir por mí mismo en cualquier cosa,
    Yo elegiría dejártelo todo a ti,
    porque tú eres infinitamente sabio y no puedes hacer mal alguno,
    como yo que estoy en peligro de hacerlo.

Me alegra pensar que todas las cosas están a tu disposición,
    y estoy encantado de dejarlas allí.

Entonces mi oración se convierte por completo en alabanza,
    y lo único que puedo hacer es adorarte y bendecirte.

¿Cómo podré pagarte por todos tus beneficios?
    Estoy en un dilema, sin saber qué hacer;

Deseo mucho hacer algún cambio, pero no tengo nada que
    ofrecerte,
    sólo puede regocijarme de que Tú lo haces todo,
    que no compartes tu honra con nadie, ni en el cielo ni en la tierra;

No puedo hacer nada por mí mismo que glorifique tu bendito
      nombre,
    pero por tu gracia puedo entregarme alegremente 
      en cuerpo y alma a ti,

Sé que Tú eres el autor y consumador de la fe,
     que toda la obra de redención es solamente tuya,
     que toda buena obra o pensamiento encontrado en mí
         es el efecto de tu gracia y poder,
     que tu único motivo para producir en mí el querer
      y el hacer es tu buena voluntad.

Oh Dios, es increíble que los hombres puedan hablar tanto
    sobre la bondad y el poder humano,
    cuando, si Tú no nos detuvieras en cada momento,
    seríamos demonios encarnados.

Esto, en mi amarga experiencia,
es lo que tú me has enseñado acerca de mí mismo.




Por Arthur Bennett - editor del libro
“The Valley of Vision: Una Colección de Oraciones Puritanas”
publicado por Banner of Truth